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MARIANO CANEGALLO
ABuenos Aires
Proximidades
El antiguo ascensor de hierro me lleva
siempre hasta tu mismo piso.
Mientras tanto pienso en verte...
tan empecinadamente linda, que
a veces,
hasta siento el aroma de tu hechizo…
y no me animo.
El pulso tacha un tiempo adelantado
en mi corazón, cada vez que
un nuevo horizonte se evidencia por
aquel añejo y desvencijado ruido.
Y allá voy…
Como sabiendo en tu mirada,
el reflejo oscuro de los ojos míos.
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Sombras
Yo sé que cuando muera
viviré así...
de pelpa en pelpa.
Tal vez, y casi sin permiso
suba a todos los balcones
que hoy miro sólo desde enfrente
mientras voy por la vereda.
¿Quién será el nuevo dueño
de este lápiz
con que he escrito estas,
y tantas otras letras?
Y... ¿Quién será el lector
que pronuncie vivas
mis palabras?
¿Quién lo hará por mí cuando yo muera?
A veces pienso en esa sombra
de tinta que guardo en mi camisa
y que seguirá manchando en tango
aunque esté seca.
Y aunque la parca me busque
y me lleve
donde ella quiera,
yo viviré...
así... de pelpa en pelpa.
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Tus aires, Buenos Aires
Tus calles Buenos Aires, compadritas
de tango y de rezongo se respiran.
Pebetas y malevos que no miran
la milonga en el ojal que se marchita.
Tus barrios Buenos Aires, son historia
de arrabales, de baile y conventillo.
de polainas el guapo de cuchillo
y sombrero ladeado en mi memoria.
Tus aires Buenos Aires, son las brisas,
el alma, el cafetín que ya no espera
tu gente luchadora, cruel, sumisa
mirando melancólica y sincera
el gris del empedrado, el ir de prisa.
Tus aires Buenos Aires… milonguera.
...
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Porteño malevaje
Negro el paño del mistongo traje,
luz maleva de sus manos grises
chaira que junó las cicatrices,
el filo, la parca y el minaje.
Solo de silencio y de coraje
leal, honorable y de queruza,
madrugado para la marruza
macho, varon para el compadraje.
Temida y respetada carpusa
un puntazo para darle el raje
faca fiel, no acuña la linusa
dispuesta al tordo y bacanaje.
Si liga... al jonca de cucusa.
Cartel del porteño malevaje.
...
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Agosto en la Plaza
Recuerdo de la fiesta del día del niño
Pude mirar tus veredas.
Y pude observar mis hijos
corriendo… en bicicleta…
Como cuando era yo un niño.
Sin encontrar diferencia,
riendo por los caminos,
escondidos tras las matas
vi en sus amigos, los míos.
Embolsado y a los saltos,
sin importarme del frío,
en el silencio escuché
los bríos de aquel bullicio.
Es la Plaza de mi pueblo…
Eterno segundo nido,
que espera siempre en agosto
la fiesta del día del niño.
Carreras de rulemanes
del tiempo que fue testigo
y del palo enjabonado,
que sólo obligó al destino.
Y toda la calle, nuestra,
Permanente desafío
hasta que el sol se apagaba
como cuando era yo un crío.
Allí tomé el chocolate
con sabor a compartido,
de aquellas sonrisas llenas
Igual, que cuando era un niño.
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Arrugas del alma
Oigo tu ruido…
Ese inconfundible rumor
que conmueve al cielo
con el paso taciturno,
y su lamento,
sobre el tan temido
y recio tiempo gris
de aquella Corrientes que
alguna vez fue angosta.
O cada vez que
contra el paño tibio
deslizás tu cuerpo.
En las lágrimas de ayer
navegan tus sonidos,
los mismos que hoy
se oyen como simples
aires desde aquel puerto.
Esos que se quejan
goteando en los botones.
Siempre tu ruido... ¡Bandoneón!
Como un rezongo.
Así sos vos,
como arrugas del alma...
Arrabalero.
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Cada tardecita
Las glicinas
extraen el perfume
de cada tardecita
bajo la glorieta
del fondo de
tu casa
cuando el aroma
llega insensato
hasta el zaguán.
Allí se entremezcla
con la tenue
luz del farolito
de la calle,
y nos regala
una lila penumbra
que nutre
mi mano,
para conquistar
todos los rincones
de tu talle.
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Barrio sur
Barrio del sur,
de ojos tristes y de tango.
Barrio sur de bandoneón
de adoquines que dibujan las cortadas
y los gestos de tu llanto.
Barrio sur, de las milongas,
de la espera.
Barrio de minas y burdeles
que se mecen con tu canto.
Barrio que tan al sur te ves,
barrio que más al sur estás,
en tus noches más sombrías
van alardeando su hombría
los guapos del arrabal.
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Bandoneón
Bailarín que de tu alma los sonidos
arrancaste la presencia de una queja,
incesante palpitar que nunca deja
de soñar a Buenos Aires... fuelle. Olvido
de emotivos desencuentros, de bailongo
de esperarte por el barrio, de zaguanes,
en el pecho de disqueros haraganes,
y en las puertas de cancel, aire mistongo.
Bandoneón de Buenos Aires que plasmaste
en el tímpano tu voz, y en mi alma el cuore,
compañero de la orquesta y arrogante
sabandija melodioso de cantores.
Sobre el paño deslizás tu cuerpo amante
Buenos Aires, bandoneón de mis amores.
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A secas
A secas, el capricho de escucharla,
callada y silenciosa melodía,
que pinta de colores y de días
los reflejos del piano con su parla.
Se trenza en este tango, para amarla
temblor de contrabajos y alegrías,
de ronca maldición y de alma fría,
cadencia de milongas al bailarla.
Compás de dos por cuatro y descarnada
la faca que el malevo sostuviera
en el alma del violín, suerte enfundada
y el fuelle que malcría. Su manera
de silbar entrañable desolada
las típicas orquestas sensibleras.
Antes
Antes eras vos, Buenos Aires,
el de ayer,
el mismo de hoy.
Ese que aun conserva
el traje negro de paño
de los guapos,
y la engrupida elegancia
del perfume de mujer.
Antes eras el del brillo
en el húmedo empedrado.
Como ahora...
¡Qué presentes que están
esos tiempos del pasado!
Es por eso que sos vos,
Buenos Aires,
como siempre.
Y yo allí... enamorado.
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Desarraigo y pena
Triste sos vos,
y gris. Eternamente argentino,
melancólico de veras.
Llorón...
Alma del indio que
corrido de su pampa
hasta una villa
degusta la picada de salame
con su rancio y barato
olor a pena.
Triste sos vos porteño,
que añorás la vieja Europa
como aquel viejo inmigrante
que siempre mira el río
y espera...
ansioso, expectante
y triste... Allí,
tratando siempre de endulzar
el desarraigo de su tierra.
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En esta madrugada
Tango...
palpitar sensual de bandoneones,
contraste de empedrado y muchachada,
que escuchas a tantos corazones.
Tango es una forma de vivir;
mezcla de goce y de nostalgia.
Pasión.
Bailongo.
Es mi piel,
y son mis lágrimas lloronas
como el llanto del violín
que en un quejido se abandona.
Tango es la noche ya gastada.
Tango es mi sangre nacarada
que suena como el fuelle de tu alma...
Tango es amor, aquí
y en esta madrugada.
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Caferata
Sólo el frío hierro
de las rejas
me alejaron de ti.
Y te extrañé
cada momento
en esa catrera
angosta
y vencida al medio
...La cafúa.
Que por fiolo
me alberga
y no por púa;
y eso que viví
de gigoló
solo con vos
y con mi cuero.
Así me batiste
ayer...
por robarte
tus misterios.
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De hace poco
Fuiste del ayer
solo el pasado,
y del hoy que ya pasó
un poco de hoy.
Fuiste de la calle
atorrante, apasionado,
un hidalgo sensiblero,
proletario del amor.
Fuiste de la pilcha
un amante ilusionado
refinados tus modales
y en viento de tu voz,
pedagogo y chamuyero
elegante petitero
bien porteño,
de hace poco
y del hoy que ya pasó.
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Esquina
Esquina de tango,
noche iluminada
de milongas
en el bar donde
paraba Homero.
Días que se caen
del almanaque
de la esquina de
San Juan y de
Boedo... Allí
las luces tenues
acarician
el rocío de todos
los poetas, y las hojas,
apenas se ven
mojadas por las sórdidas
gotas de los versos.
Y una vez más
me encontré
tan solo,
que ni el lápiz
ni el papel llenaron
ese espacio
que en la esquina
empañaron los festejos.
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En la ribera
La tinta azul
pintó filetes dorados
allá, en la ribera;
y las chapas
con colores
de sonrisas, sueñan
sueños de inmigrantes
desde aquella ventanita
donde vuela una bandera
azul y oro
a modo de cortina.
El tiempo sella
sobre el viejo puente
el ruido a fútbol
que en el aire
y en las zapatillas rotas
de los niños
se respira.
Y las barcazas,
como la sangre misma,
viaja el riachuelo
y se queja como
un fueye
en Caminito...
en La Boca...
Donde los filetes
azules y dorados
son parte de
la vida.
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Un rincón de mi garganta
Ya no pude fumar más,
y largué el faso.
En el humo gris, sólo un pedazo
de recuerdos durmió lento en una hoja
de papel pentagramado.
Ahora mis fuelles sólo
soplan el silbido
de algún compás arrabalero,
en la escena negra
de aquellas noches tan porteñas
donde estuve con el canto
permanente entre mis manos.
Y justo allí, detrás del aire,
pude ver la parca haciendo señas,
en el rincón de mi garganta que está
frente al escenario.
¡ Y temblé...!
Sólo mi oficio de cantor
me permitió muy lentamente
decir...
y decir fraseando.
Así volví, enroscado al cigarrillo,
pitando...
entre tango y tango.
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Bajo su gorra
El cepillo oscuro del
invierno, se asomó sordo y atento
bajo su gorra.
Mientras tanto, un nuevo
reflejo negro, ostentó en su franela
la presunción de cada
gastado zapato viejo.
En las latas de pomada,
giró acompasado el
pequeño cepillito redondo,
que embetunó los años,
siempre… y desde aquellos tiempos.
Y en su mirada baja,
esperó sentada una pregunta
sobre el cajoncito:
– “¿Lustra señor?”
Así se perpetuó el brillo,
en la misma esquina,
bajo su gorra oscura,
despertando una mentira
en las baldosas rojas
de los sueños.
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Bocetos
Apenas unas pinceladas de
atardeceres, le concedieron
los próximos colores
a la madrugada.
En el atril, cansado de pinturas,
durmió el recuerdo
de la tela, tras el reflejo
celeste de aquella celestial ventana.
Cuántas historias se encierran
en los pinceles, que,
sólo por hoy
y en una lata
arrinconada de minutos,
casi descansan.
Cuantas gubias se acuñaron
en el tiempo…
Y en el henchido
vacante de los cuerpos,
se abandonaron en el bronce
algunas pocas arrugas de su cara.
A veces, su mano
acarició a toda Buenos Aires
con un atardecer, que apenas
le dio un color en el
otoño de cada pincelada.
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Filetes
Siempre arrastro,
Buenos Aires,
mis tarros por Montserrat.
En las pequeñas veredas
o en la calle…
Me da igual.
Otras veces,
por Boedo,
supe despierto soñar
con un poema azulgrana,
en la esquina
de San Juan
En tus barrios,
Buenos Aires,
de tango se pintará
con la pluma del invierno,
un filete
y otro… ya!
En San Telmo,
el empedrado,
casi me hace tropezar.
Y te seguí la milonga
pocas veces,
pa bailar.
Y los guapos
del Abasto,
siempre me hacen recordar
esa caricia en el alma
tan maleva,
del zorzal.
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Ciruja
El desolado cielo azul,
de ayer,
le convidó con una estrella
de otoño a Buenos Aires.
El oscuro tiempo que
ahí está, pero se fue,
le dio permiso de querer,
a cada piedra sola de su calle.
Y ahí estaba el ciruja de la esquina,
como siempre,
revolviendo en los recuerdos
y esperando
que mi parla fayuta
se calce el funyi
y se de el raje.
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La Perla chivilcoyana
Besa la luna en la noche
con su reflejo, las aguas.
Mientras descansa, en el cielo,
cual “Perla” chivilcoyana.
Una “Perla”, que ilumina
hondas llanuras pampeanas
y que bendijo la tierra
su primera madrugada.
Esquina de Cumparsita,
refugio de mis nostalgias,
donde un tango piala el cuore,
entre bailongo y pitadas.
Donde la voz del Zorzal
desbordado de guitarras,
se adormece en un Canario
que asoma de sus ventanas.
Como una estrella nocturna
que también refleja el agua,
besa la luna, en la noche,
La Perla chivilcoyana.
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Ese abrazo
Detrás de la mirada
perdida
en aquel tango,
tus tacos me abrazaron
regalando el sonido
de mujer a ese lento
dos por cuatro.
Y en el firulete
que ordenaba mi mano,
se quedó la dulzura
de tus labios aún presa
en mis labios cansados.
Y detrás de tus ojos
bailamos... bailamos,
y allí encontré la letra
de tu amor, pebeta,
envuelto en ese abrazo
perdido en las baldosas
rojas,
del dos por cuatro.
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Bureau de tango
Una sola luna llena,
descansa lenta
en el fugaz tiempo
del reencuentro.
Esa.
La que abrillanta
el empedrado
de las noches.
y le lustra los
viejos zapatos
a cada minuto gris,
que florece azul
entre los cuentos.
Allí, el tango
se escapa vagamente
entre las cuerdas.
Y las voces, transitan
el barrio Montserrat,
como sonámbulas
caricias ambulantes,
que regalan los troveros.
Y unas pocas letras sueltas
se caen del bolsillo
del poeta,
que junto a cada luna,
endulzan las tertulias
porteñas, con la tinta
nacarada de sus versos.
Y ahora… Justo ahora,
puedo ver el reflejo
en sus pupilas,
que apenas se asoman,
tímidas, en un valioso
instante de silencios.
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Conventillos
Buenos Aires... Conventillos.
Una vida de familias
que aglomeran las comadres,
y que marcan dos por cuatro,
con la punta del cuchillo,
los compadres.
Buenos Aires... de patios a cuadros
con baldosas tan comunes,
como los comunes baños,
como la común pobreza de esos años.
Donde se juna lungo el chusmerío.
La catrera revelada;
el tufo a pucherito con repollo.
¡Conventillos!
Una vida de cornetas y de fiolos
hacinados con purretas,
en la obscena y tenue luz
de los pasillos.
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Inmigrantes
Las miradas noctámbulas se mecen
en la azul melancolía de aquel puerto.
Las miradas de los hombres, que despiertos,
encarnaron el quejido de ese fuelle
y las manos al trabajo
sólo a veces... En las changas
y en galpones que aun cerrados
permanecen siempre abiertos
al pasado.
Y ni el mango del jornal
ha reflejado lo que aún su tierra
siquiera se parece.
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Cada tardecita
Las glicinas
extraen el perfume
de cada tardecita
bajo la glorieta
del fondo de
tu casa
cuando el aroma
llega insensato
hasta el zaguán.
Allí se entremezcla
con la tenue
luz del farolito
de la calle
y nos regala
una lila penumbra
que nutre
mi mano,
para conquistar
todos los rincones
de tu talle.
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Una fija
Galopa Buenos Aires
en la arena fría,
desbocado en la milonga
y en el alma.
Y vuelan caballeros
a la mortal ventanilla
a gastar los pocos mangos
en esa carrera
o en alguna mina.
Palermo...
Burrero sentimiento,
obligada cita.
Donde se raja el vento
por jugarse entero
en solo una fija.
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Compadrín bailarito
Chamuyan que es de orre hablar al vesrre.
Y que vestir de grone está de moda.
Y yo, en el conventiyo, me hago el gorren
pa no pagar la pieza ´e la chabona.
Le cuento: bien gangosa está mi gola,
por torcer el hocico pal costao.
Y al no abrir bien la jeta, por pachorra,
se espianta una escupida entre mis labios.
Yo parlo, apestañao, si ella manda
y al bailongo me sumo. ¡Eso está escrito!
Soy malevo, me sobran las agallas,
soy lunfa, compadrín y bailarito.
Y caigo en la mirada ´e la percanta,
espichando a la luz del farolito.
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