El árbol de mandarinas
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Mis ojos, de tus ojos hechiceros,
fueron presa casual en mi camino,
como si el tiempo fuera del destino,
eterno y silencioso consejero.
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Y así latió mi pecho sensiblero
sabiendo tu calor, por adivino.
Y también, ignorando que aquel vino
Le otorgará ventisca al ventisquero.
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Le dio a mi corazón, que no equivoca,
el árbol de un amor, de mandarinas,
Y allí, fue tu mirada más genuina,
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la dulce sinrazón, casi tan loca,
sentirme, de tu piel, tan femenina,
tan cerca, como cerca de tu boca.
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¡Oh! Papel que te diste a mi escritura
Te siento
papel, blanco y desafiante
esperando en mi tinta tu apertura,
y que dance en mi mano la escritura
como ese cielo azul relampagueante.
¡Oh!... ¡Oh! Papel que tanto recibieras,
mi sangre, mis sonrisas... ¡tantos besos!
y una lágrima que tu alma recorriera
mancillando el camino de los versos.
Impreso en letra azul y tachadura,
presente lecho de verdad distante.
Hoy sigue relumbrando tu hermosura,
no siendo ya ni virgen ni flamante.
¡Oh! Papel que le diste a mi escritura
la vida y la pasión de los amantes.
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Tiempo
¿Qué hay en mi de este amor estremecido?
¿Qué presa libertad me contuviera?
¿Cuál fue la realidad del ser querido
que ha escapado y no he visto donde fuera?
¿Cuáles cosas le conmueven y le agradan?
¿Cuáles son las que le enojan y disgustan?
¿Cuantas lágrimas su tristeza noble guardan?
¿Cuáles risas de alegría se disfrutan?
¿Dónde estuvo el tiempo que perdiera?
Si vivido sin perderlo, no encontrara
que la vida de este amor que yo eligiera,
no fue propia de deidad, sino la cara
de una eterna conjunción que dependiera
de tener que amarte y vos me amaras.
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Eternamente cambia... cambia todo
No cambia quien no quiere… nunca lo hace,
a menos que su cambio se consume.
Pues sólo el cambio cambia el desenlace,
sin importar el precio que le insume.
En un constante cambio se resume
la línea del vivir, aunque se trace
tan tenaz y negando su perfume,
como no habiendo amado, a quien amase.
No cambia, en fin, jamás, de ningún modo,
el permanente cambio de la vida.
En cada madrugada, de atrevida,
eternamente cambia… cambia todo
a mi cambiante pluma estremecida,
la luna cuando duerme sobre el lodo.
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Solo un hombre soy
Tan sólo un hombre soy. Soy sólo un hombre,
Con virtudes… defectos de cualquiera.
Tengo cuerpo, mi alma, también nombre,
y una historia que siempre descubriera.
Tan solo un hombre soy, soy ser humano.
Yo siento, gozo, nazco y también muero.
Río y lloro. Tan sólo soy mundano.
Converso, callo, miento y soy sincero.
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Tan solo un hombre soy, y con decoro,
amante de mi musa inspiradora.
Hoy, permanentemente me enamoro
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conviviendo en la noche, con la aurora.
Tan solo un hombre soy, papel y oro,
que vivió… y que vive aquí… y ahora.
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Mi llegada
Su claro encanto, níveo de moragas,
Dejó su evocación de bulerías.
En sus mansas auroras, la bahía,
y en su blanca bravura, las biznagas.
Bajo el tejado, quietas falsabragas
enamoraron dulces alegrías.
Tan verde y tan morá su altanería,
le dio a su mar azul, de azul, mis llagas.
Las escaleras, llenas de ironía,
dejando en un rincón, flores robadas,
besaron su color de Andalucía
con blancuzco matiz. Las balaustradas,
por siempre malagueñas rogarían,
con su cante flamenco… Mi llegada.
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El desafío
Atendiendo el valiente desafío
y en respuesta, veré de hacerle frente,
para darles respuesta contundente
sin expresar, por ello, mucho lío.
Aunque el vuestro, no fue el colegio mío
pude verme en sus rostros, ciertamente
y en sus risas y preguntas permanentes,
sentí la calidez para este frío.
En suma, conseguí verlos sumando
con amable actitud, no dividiendo,
tampoco hubo uno, que restando,
quiso multiplicar, según yo entiendo.
Y ahora quiero ver, si dibujando,
pintan lo que he pintado, escribiendo.
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Migas
A nadie des tu copa. Es en vano,
sin que una gota de agua corra dentro.
Imploro a tu mesura. Apenas cuenco
preciso, si a beber con él, alcanzo.
No levantes veredas, si descalzo,
tendré que caminar todo el trayecto.
Ni darme tanto abrigo en el verano
conseguirá calor para el invierno.
Mi hambre no se siente satisfecho
con lujosos banquetes de comida.
Satisfacen mi apetencia, sólo migas
de la hogaza ganada con esfuerzo.
Sólo es digno el amor dado sin vuelto
y el vuelto dado, sin contar medida.
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Claroscuro
En esa oscura noche, tan oscura,
cegados vio misterios en tu falda;
que de estrellas bordaron su locura,
y de oscura deidad, costuras blancas.
Vanidosa naciste de la luna,
de su torso… poesías y nostalgia.
La bruna lobreguez fue su negrura,
su clara desnudez, la madrugada.
Pintó de sombras frescas a su amada,
con un borrón azul de su escritura.
Y el amor que curvara su cintura,
fue risa inquebrantable en su mirada,
Y fueron sus pupilas, tan nocturnas,
luciérnagas amantes, estrelladas.
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En un clavel carmín
Hay soplos de abanicos en la arena,
de mantillas la voz y su hermosura.
Del viejo matador, su empuñadura
y en su grana muleta la faena.
En su mirada atenta, tan serena,
se recuesta del toro su bravura
y del duelo brutal, la encornadura,
con un clavel carmín mató su pena.
En la lidia mortal, definitiva
sucumbe ante las astas el acero.
Y en la instancia final, incompasiva,
muerte deja del diestro su postrero
asalto matador, que deja viva
en un clavel carmín, otro torero.
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Entre hayedos Navarros
Se agitó la hojarasca por la brisa
y allí su cascabel, estremecido,
dejando, fantasmal, crujiente ruido,
humedeció la tarde con sus risas.
Tras los rayos de sol, las sombras izan
el pendón de unos duendes engreídos,
velando del silencio su sonido
y del sonido su afónica pesquisa.
Entre hayedos Navarros, una estrella
me guió hacia el celeste Nacedero
y aquel río Urederra y su agua bella,
objeto fue del viaje verdadero.
Pero un gnomo en la niebla hizo una huella
y en su huella mis pies, este sendero.
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Tu amor es de mi pecho el carcelero
Tu amor es de mi pecho el carcelero,
Calor que cierto día tu me dieras,
Y el alma, que desde hoy yo te ofreciera,
Espada y corazón... tu caballero.
Andares de corceles y escuderos,
Acero del honor que siente y jura.
Amores que de amor lucha, y sincero
Defiende con su lanza y armadura.
Camino que ha marcado la herradura
Latidos cual cantares de jilguero,
El tiempo reverdece con la luna,
Pues cada día amor, yo más te quiero.
Tu nombre es mi dulzor. Y tu hermosura,
Eternamente en mí... tu caballero.
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Vida en mi vivir quiero que haya
Vida en mi vivir quiero que haya,
luz nochera, luciérnaga volante
que encienda en mi corazón, brillante
llamarada de palabras que no callan.
Sin la prisa de mi ayer, pero sin pausa
Dirigirme hacia tu lado yo sintiera
Por creerte en mi existencia solo causa,
Y no efecto de costumbres, concibiera
mi pasión por vos, jardín florido,
tu presencia en mí, fatal arguyo.
El amor en mi ojal llevo prendido
de ternura y dulzor mezclo y diluyo.
Antojo de savia, y ser nutrido,
de saberme independiente y solo tuyo.