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MARIANO CANEGALLO

Sonetos

El árbol de mandarinas

​

Mis ojos, de tus ojos hechiceros,

fueron presa casual en mi camino,

como si el tiempo fuera del destino,

eterno y silencioso consejero.

​

 

Y así latió mi pecho sensiblero

sabiendo tu calor, por adivino.

Y también, ignorando que aquel vino

Le otorgará ventisca al ventisquero.

​

 

Le dio a mi corazón, que no equivoca,

el árbol de un amor, de mandarinas,

Y allí, fue tu mirada más genuina,

​

 

la dulce sinrazón, casi tan loca,

sentirme, de tu piel, tan femenina,

tan cerca, como cerca de tu boca.

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¡Oh!  Papel que te diste a mi escritura

 

Te siento

papel, blanco y desafiante

esperando en mi tinta tu apertura,

y que dance en mi mano la escritura

como ese cielo azul relampagueante.

 

¡Oh!... ¡Oh! Papel que tanto recibieras,

mi sangre, mis sonrisas... ¡tantos besos!

y una lágrima que tu alma recorriera

mancillando el camino de los versos.

 

Impreso en letra azul y tachadura,

presente lecho de verdad distante.

Hoy sigue relumbrando tu hermosura,

 

no siendo ya ni virgen ni flamante.

¡Oh! Papel que le diste a mi escritura

la vida y la pasión de los amantes.

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Tiempo

 

¿Qué hay en mi de este amor estremecido?

¿Qué presa libertad me contuviera?

¿Cuál fue la realidad del ser querido

que ha escapado y no he visto donde fuera?

 

¿Cuáles cosas le conmueven y le agradan?

¿Cuáles son las que le enojan y disgustan?

¿Cuantas lágrimas su tristeza noble guardan?

¿Cuáles risas de alegría se disfrutan?

 

¿Dónde estuvo el tiempo que perdiera?

Si vivido sin perderlo, no encontrara

que la vida de este amor que yo eligiera,

 

no fue propia de deidad, sino la cara

de una eterna conjunción que dependiera

de tener que amarte y vos me amaras.

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Eternamente cambia... cambia todo

 

No cambia quien no quiere… nunca lo hace,

a menos que su cambio se consume.

Pues sólo el cambio cambia el desenlace,

sin importar el precio que le insume.

 

En un constante cambio se resume

la línea del vivir, aunque se trace

tan tenaz y negando su perfume,

como no habiendo amado, a quien amase.

 

No cambia, en fin, jamás, de ningún modo,

el permanente cambio de la vida.

En cada madrugada, de atrevida,

 

eternamente cambia… cambia todo

a mi cambiante pluma estremecida,

la luna cuando duerme sobre el lodo.

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Solo un hombre soy

 

Tan sólo un hombre soy. Soy sólo un hombre,

Con virtudes… defectos de cualquiera.

Tengo cuerpo, mi alma, también nombre,

y una historia que siempre descubriera.

 

Tan solo un hombre soy, soy ser humano.

Yo siento, gozo, nazco y también muero.

Río y lloro. Tan sólo soy mundano.

Converso, callo, miento y soy sincero.

​

Tan solo un hombre soy, y con decoro,

amante de mi musa inspiradora.

Hoy, permanentemente me enamoro

​

conviviendo en la noche, con la aurora.

Tan solo un hombre soy, papel y oro,

que vivió… y que vive aquí… y ahora.

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Mi llegada 

 

Su claro encanto, níveo de moragas,

Dejó su evocación de bulerías.

En sus mansas auroras, la bahía,

y en su blanca bravura, las biznagas.

 

Bajo el tejado, quietas falsabragas

enamoraron dulces alegrías.

Tan verde y tan morá su altanería,

le dio a su mar azul, de azul, mis llagas.

 

Las escaleras, llenas de ironía,

dejando en un rincón, flores robadas,

besaron su color de Andalucía

 

con blancuzco matiz. Las balaustradas,

por siempre malagueñas rogarían,

con su cante flamenco… Mi llegada.

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El desafío 

 

Atendiendo el valiente desafío

y en respuesta, veré de hacerle frente,

para darles respuesta contundente

sin expresar, por ello, mucho lío.

 

Aunque el vuestro, no fue el colegio mío

pude verme en sus rostros, ciertamente

y en sus risas y preguntas permanentes,

sentí la calidez para este frío.

 

En suma, conseguí verlos sumando

con amable actitud, no dividiendo,

tampoco hubo uno, que restando,

 

quiso multiplicar, según yo entiendo.

Y ahora quiero ver, si dibujando,

pintan lo que he pintado, escribiendo.

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Migas 

 

A nadie des tu copa. Es en vano,

sin que una gota de agua corra dentro.

Imploro a tu mesura. Apenas cuenco

preciso, si a beber con él, alcanzo.

 

No levantes veredas, si descalzo,

tendré que caminar todo el trayecto.

Ni darme tanto abrigo en el verano

conseguirá calor para el invierno.

 

Mi hambre no se siente satisfecho

con lujosos banquetes de comida.

Satisfacen mi apetencia, sólo migas

 

de la hogaza ganada con esfuerzo.

Sólo es digno el amor dado sin vuelto

y el vuelto dado, sin contar medida.

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Claroscuro 

 

En esa oscura noche, tan oscura,

cegados vio misterios en tu falda;

que de estrellas bordaron su locura,

y de oscura deidad, costuras blancas.

 

Vanidosa naciste de la luna,

de su torso… poesías y nostalgia.

La bruna lobreguez fue su negrura,

su clara desnudez, la madrugada.

 

Pintó de sombras frescas a su amada,

con un borrón azul de su escritura.

Y el amor que curvara su cintura,

 

fue risa inquebrantable en su mirada,

Y fueron sus pupilas, tan nocturnas,

luciérnagas amantes, estrelladas.

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En un clavel carmín 

 

Hay soplos de abanicos en la arena,

de mantillas la voz y su hermosura.

Del viejo matador, su empuñadura

y en su grana muleta la faena.

 

En su mirada atenta, tan serena,

se recuesta del toro su bravura

y del duelo brutal, la encornadura,

con un clavel carmín mató su pena.

 

En la lidia mortal, definitiva

sucumbe ante las astas el acero.

Y en la instancia final, incompasiva,

 

muerte deja del diestro su postrero

asalto matador, que deja viva

en un clavel carmín, otro torero.

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Entre hayedos Navarros 

 

Se agitó la hojarasca por la brisa

y allí su cascabel, estremecido,

dejando, fantasmal, crujiente ruido,

humedeció la tarde con sus risas.

 

Tras los rayos de sol, las sombras izan

el pendón de unos duendes engreídos,

velando del silencio su sonido

y del sonido su afónica pesquisa.

 

Entre hayedos Navarros, una estrella

me guió hacia el celeste Nacedero

y aquel río Urederra y su agua bella,

 

objeto fue del viaje verdadero.

Pero un gnomo en la niebla hizo una huella

y en su huella mis pies, este sendero.

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​

 

Tu amor es de mi pecho el carcelero

 

Tu amor es de mi pecho el carcelero,

Calor que cierto día tu me dieras,

Y el alma, que desde hoy yo te ofreciera,

Espada y corazón... tu caballero.

 

Andares de corceles y escuderos,

Acero del honor que siente y jura.

Amores que de amor lucha, y sincero

Defiende con su lanza y armadura.

 

Camino que ha marcado la herradura

Latidos cual cantares de jilguero,

El tiempo reverdece con la luna,

 

Pues cada día amor, yo más te quiero.

Tu nombre es mi dulzor. Y tu hermosura,

Eternamente en mí... tu caballero.

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​

Vida en mi vivir quiero que haya

 

Vida en mi vivir quiero que haya,

luz nochera, luciérnaga volante

que encienda en mi corazón, brillante

llamarada de palabras que no callan.

 

Sin la prisa de mi ayer, pero sin pausa

Dirigirme hacia tu lado yo sintiera

Por creerte en mi existencia solo causa,

Y no efecto de costumbres, concibiera

 

mi pasión por vos, jardín florido,

tu presencia en mí, fatal arguyo.

El amor en mi ojal llevo prendido

 

de ternura y dulzor mezclo y diluyo.

Antojo de savia, y ser nutrido,

de saberme independiente y solo tuyo.

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