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MARIANO CANEGALLO
Tangos
Deán Funes y Rondeau
Hoy pasé por esa esquina
y, extrañado,
dibujé mi antigua sombra
en tu balcón.
Y respiré otra vez, la vez
que el tiempo me ha robado
para quedarme allí hechizado,
en Dean Funes y Rondeau.
Hoy pasé, como el domingo
entre mis sueños,
azotando las visiones
del adiós.
Me cautivó, de ayer, mujer
el soplo de tu aliento,
para sufrir el escarmiento
del vacío de tu voz.
Hoy rocé con mis tamangos
el cordón de tu vereda.
Fue tu mirada hechicera
la que me dio, sin razón,
el recuerdo de la espera
que en tu zaguán abrazaba,
evocando una quimera
de pasión.
Y respiré, entre mis sueños,
El verdor de tu mirada.
Tu sonrisa acorralada
en las tintas del adiós,
y mi gola sensiblera,
aromando entre los versos
el recuerdo de la espera
de tu amor.
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No sé pa qué querés más
Che, fulana.
Vos que barajaste un siete
y a mi, ni el ancho de espadas
me alcanzó para empardar.
Vos, que apenas con un quiero
me mandaste al matadero.
¡Ya no puedo regresar!
Che, fulana.
Tu sonrisa cruzó el disco
de mi pecho, tan arisco,
en esa recta final.
Y allí, tu dulce mirada
fue la bella puñalada
que apenas pude aguantar.
Así fui, ladeando el cuerpo
para entregarte los besos,
que tus besos pasionales
hoy se supieron ganar.
Y en tus labios, el deseo
de afanarme los misterios.
Yo no sé pa qué... fulana.
No sé pa qué querés más.
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El embrujo que olvidé
En el fondo del zaguán,
el oscuro cielo que muestra la cancel
se abraza sin permiso al gris plomizo
del cordón de tu vereda.
Y aunque dentro, casi dentro, fui capaz
de olvidar que aquel reflejo
cobró vida, cuando puse la mirada
entre los pasos que dejé viviendo afuera.
Y en tu niebla fantasmal,
el sombrío trazo que mancha este papel,
fue ese verso ensordecido que no quiso
ser canción ni ser poema.
Y aunque preso, casi preso y tan brutal,
fui a morir entre tus besos
que me visten de tu vida y del misterio
de tu embrujo que olvidé, pero me espera.
Y regreso
entre tus lunas escondidas,
a la luz dormida en tus persianas,
que al soñar,
un pesar errante se abraza en tus pupilas,
como el breve rosicler de la mañana
que despinta en la cancel, estremecido,
el reflejo azul grisáceo de mi vida
que se luce piropeándole a mi ojal.
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Presencias
Descarté en el cenicero de la vida,
tantos puchos, como heridas,
yo pudiera acariciar.
Y olvidé la sinrazón de tus secretos,
embriagándome, discreto,
con el humo, aquí en el bar.
Dejé siempre media copa de bebida,
y, aunque curda de vacía,
en la mesa ya no estás.
Y me até con el cordón de tu vereda,
los zapatos a tu espera,
tu sonrisa de mi ojal.
Y a la sombra, mis recuerdos,
se adormecen con tus ojos.
Y en las noches, los abrazos,
perfumados del amor,
le dan vida a los retazos
de la vida, en cada antojo,
donde un sueño acobardado
hoy te afana el corazón.
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Bajo el mantel
Colgué el alma en el perchero
para entregarme a la mesa.
Resigné los tiempos fríos
y de oscuro parecer,
y fui blanqueando mis manos
en durmientes servilletas,
que despiertan las palabras
ocultas bajo el mantel.
​
Abrí de a una las voces
encerradas en tus huellas.
Dibujé una vieja espera
con la tinta del dolor.
Donde aguardaste, vacía,
la traición de aquella cena
engañando tras el humo
el presagio del amor.
​
Y en la frívola sombra de tus días,
cuando ya, desvencijada, no resistas
y regales tu presencia abandonada
a un instante diferente de mi vida,
una muda sensación en tu secreto,
impasible, en el vacío de tu silla,
beberá entre las cenizas de los sueños
de la suerte irracional, cuando te elija
y te deje una vez más con la afonía
de las horas triviales del adiós.
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En la estación
El eterno silencio
que dejó el silbato
fue engañando las interminables
horas de la tarde.
Y en un sueño perpetuo,
los leños cansados,
durmieron, durmientes,
bajo la caricia
de aquel miriñaque.
Las señales desnudas,
ya no están, se fueron,
en la sombra de las casuarinas
llenas del invierno.
Y en la niebla pesada,
de peso y de cuentos
picaron la ida
de los corazones
que hallé en tu boleto.
En los rieles de mi vida,
amaneciste
junto al grácil titilar
de aquel farol.
Y al partir,
quedó mi amor
como el almizcle
regalándole a mi espera
un secreto arcano en la estación.
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La casa de Renata
Tango
Letra: Mariano Canegallo
Música: Carlos Pazo
​
Entre las veredas
de la calle Maza,
sordas hojas secas,
cerca del zaguán,
bailan en las notas
de cielos violetas,
afilando esquinas
con la calle Inclán.
Barrio de Boedo,
de minas, de taitas.
La eterna poesía
de Homero se va,
entre los balcones
que lloran el tiempo,
de relojes lentos
por tanto yirar.
De su puerta abierta
permanente y clara,
se escapó el suspiro
de su bandoneón.
Mientras la sonrisa,
fresca, de Renata,
dibujó un ¡Buen día!
sombreado de sol.
En breves remansos,
del jardín florido,
un rincón de tango
que durmió en mi voz,
dejó en las baldosas
de la calle Maza,
tu risa, Renata,
tu tango y tu amor.
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Filetes
Siempre arrastro,
Buenos Aires,
mis tarros por Montserrat.
En las pequeñas veredas
o en la calle…
Me da igual.
Otras veces,
por Boedo,
supe despierto soñar
con un poema azulgrana,
en la esquina
de San Juan.
En tus barrios,
Buenos Aires,
de tango se pintará
con la pluma del invierno,
un filete
y otro… ya!
En San Telmo,
el empedrado,
casi me hace tropezar.
Y te seguí la milonga
pocas veces,
pa bailar.
Y los guapos
del Abasto,
siempre me hacen recordar
esa caricia en el alma
tan maleva,
del zorzal.
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Tu silencio
Tango
Letra: Mariano Canegallo
Música: Carlos Pazo
Silencio,
que aturdís mis noches
con tus gritos quietos…
Que pintas mis canas
con sordos reflejos.
Silencio…
hoy tu sombra
un hueco
iluminó en mi alma,
y en tu luz un beso
acarició mis ganas
de tus labios, presos
en mi corazón.
Tu cartel nocturno
casi prisionero
te valió una estrella
durmiendo en mi cielo.
Y un nubarrón solo
que espera tu encuentro,
se voló los sesos
con el primer beso
que dio tu mirada
con un simple adiós.
Silencio,
me hundiste en el pecho
tu daga, y he muerto…
Hoy dejo las calles
porfiado de infiernos.
Silencio…
Hoy tu aroma
un beso
dibujó en mi alma,
una luz y un rezo
que dejó en mi cama
la ansiedad de verte
en otra ocasión.
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Adormecidas trasnochadas
Hoy sentí tu voz,
y en tantos años
el silencio fue un extraño
conocido de este amor.
Hoy sentí tu aroma
en el recuerdo
de mi piel, y allí tus miedos
nos robaron la ilusión.
Hoy sentí otra vez
que el nunca más
será mañana…
Y el amanecer
será el rocío
en tu morada.
Hoy tu calles son
adormecidas
trasnochadas,
entre las verdades
que chamuyan
un rumor.
Hoy brilló la luz
de tus estrellas,
que en el cielo dejó huellas
y en mi pecho aquel dolor.
Yo dejé mi paso
en tu vereda
y mis pies, hasta que muera,
tendrán tangos para vos.
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Tachaduras
Quietas,
y de humo adormecidas,
yertas bocanadas de un reloj,
donde un gusto antiguo
en cada giro
remendó tus años con mi voz.
Mesas
del café que despertaran
lúgubres designios, y un amor
y la muchachada
bajo el tizne
chamuyó entre el faso y el alcohol.
Gaita
engayolado a la bandeja.
Horas que bordó en el mostrador.
Y en la eterna mesa
de don Claudio,
se acuñó mi letra en su bastón.
Feca,
que juntaste a mis amigos,
almas que mi alma se choreó.
Y la voz de Celso,
entre las mesas,
bate a Miguelito y su llorón.
Zurdo...
de Lavalle y Ayacucho.
Célebre testigo del botón.
Garfios de aquel punga
que acarician
cuatro tachaduras y un borrón.
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Sueños de arrabal
Me dio un guita más de vuelto
el rocío del recuerdo,
con una gota de pena
que supe muy bien guardar.
Como un anillo de arena
que envejece con el tiempo
y en una nube se vuela
para ya no volver más.
Y así se duermen, durmiendo,
las caricias de ese viento.
Y te digo, bajo cuerda,
lo que puede suceder.
Tal vez sonría o se muera,
tu presencia en este encuentro
o quizás esta vez pueda
besarte como esa vez.
No me hables… Sólo escuchame
lo que trato de decirte.
No me ves, errante y triste,
deambulando y sin razón.
La pluma en mi corazón
va trazando los pedazos
de silencio y en tus labios
se hace mella mi canción.
No me hables… Sólo mirame
¡Avivate! No seas tonta…
No ves que te hago la ronda
y siquiera me fichás
No te atrevas a dejar
de perfumarte de luna
ni tanguear, como ninguna,
en mis sueños de arrabal.
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Ensueños
Casi tan cruel por existir
en el suburbio.
Barrio perdido en la llovizna
del adiós.
Casi tan muerto por morir
en aires turbios,
y en el humito que se apaga
como vos.
Ay! Arrabal, tus callecitas se adormecen
en todo el cielo sin estrellas ni color.
Tus sueños sueñan el jamás… ¡Jamás…! de siempre,
y ensueños vives atrapado del amor.
Y sí… total… ya va a llegar
tan repentina,
no habrá barreras en los trenes
de tu voz.
Y aquella noche que veló
tu valentía,
la mina pianta una gotera
de dolor.
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Abelito
Milonga
Letra: Mariano Canegallo
Música: Mariano Canegallo
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En la recta de la vida
sos el rey, nadie te bate.
No te da siquiera empate
una cancha adormecida,
ya ni el fango te convida
su pausada travesura,
solamente la cintura
que de jockey la mejora
para hacerla voladora
por tu afamada postura.
Sos más ligero que el diablo
pa salir de la gatera,
y allí, cuando estás afuera
no vas al bombo ni a palos
sólo tu alma de paisano
en las pampas o en “El Verde”
te da de ganador fuerte
porque el disco no te asusta,
vos siempre guardas la fusta
cuando el pingo se divierte.
Para vos, que sos de afuera
y acaricias capitales,
llegaste a “Las Diagonales”
por subir a las cuadreras.
Pero tu fama certera
de jinete bien ganada,
le metió una puñalada
de galopes y de penas,
para reinar en “La Arena”
con una corta ganada.
Y en los últimos 200
no hay con que darle, mi amigo,
es por eso que le digo
este reconocimiento,
por dejar a medio cuerpo
toda la historia, sin más,
porque siempre vos ganas
¡Lobos puntero!… y después,
los porteños a placé…
¡Abelito… viejo nomás!
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Rocío malevo
Tango
Letra: Mariano Canegallo
Música: Christian Citterio
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Yo soy de un barrio malevo
rociado de madreselvas,
de la luna en cada esquina
meciéndose de un farol,
Y de la luz que abrazaban
las históricas contiendas
del potrero… de una copa
y de una riña por vos.
Del poroto que se gana
en un punto de baraja,
y de un guante entre las cuerdas
que la campana ordenó.
De la hinchada, la gambeta
y de un sueño en mi garganta
que te dice: ¡Madreselva!
cada vez que grito un gol.
Yo soy de allí, con orgullo,
hasta el final de mis días.
Tengo negro y rojo el pecho
y fuego en mi corazón,
que me quema cuando paso
del otro lado é la vía
donde el viento me regala
el aroma de una flor.
Del club que ganó su fama
por su inmortal sentimiento.
Un cielo lleno de estrellas
que adormecieron al sol
dejó en las noches del barrio
colgado como de un cuento
las madrugadas del alma
y en el ocaso mi voz.
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Ausencias
Más allá...
Fue más allá de él y de los dos,
y fue cansado de cansarse en vos.
Fue más allá de tu hermosura;
cielo de espinas, rosa eterna,
su tortura.
Más allá...
ya más cercano el tan lejano adiós,
con la inocencia triste del dolor
lo despojó de tu regazo,
y de tu vida, marioneta
de tu abrazo.
Fue más allá
se fue tan lejos,
quedó en el sur su corazón,
guardó sus besos.
La soledad lo asesinó con su reflejo
como en los tiempos aquellos
del amor.
Más allá...
Ya se durmió la piel sobre sus pies,
y sueña eterno el tiempo del querer.
Hoy se le ha roto en dos pedazos
el corazón, su voz y el pecho
en sus manos.
Más allá...
Fue más allá de él, fue más allá,
y tan cansado por morirse mas,
por la presencia atroz del día,
por cada noche que de ausencias
lo acaricia.
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Atropellandonos
Atropellándonos, y por poco
casi solos y en el suelo.
Como mintiéndonos
con verdades que se excusan en el viento.
No sé si del amor distingo
solo un lado de tu cielo,
y aunque estoy aprisionado a tus desvelos
sigo el rumbo de mi vuelo
allí en tu corazón.
Y así...
Vestido de esta forma de vivir,
camino el tiempo del dolor
que habla de amor.
Con la sonrisa atroz, brutal,
que besa y mata en el umbral.
Atropellándonos.
Amaneciéndonos, en la almohada
que es tu almohada, y es un beso.
Enamorándonos
del sonido que se pierde en el silencio.
Yo se que del amor distingo
los abrazos y el deseo.
Y aunque sea apasionado yo te siento,
y en tu amor yo sigo preso...
Allí muy junto a vos.
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Doscientos mangos
(Tango Homenaje a Roberto Firpo)
Vuela el son de un pentagrama azul,
y es el piano su piropo al tiempo.
Tango macho de romance y luz
en los dedos que ejecutan besos.
Así Firpo desde un almacén
con las manos, desde tan pequeño,
soñó en tango, como en Cara o Cruz,
condición de la que fue su dueño.
Doscientos mangos
Un par de cientos le costaron ese día.
Fue tan feliz…
que ilusionó a su corazón toda la vida.
Las teclas blancas le sonrieron
tan blanqueadas melodías.
Y se opusieron teclas negras
que orquestaron las sonrisas,
del primer piano al que tanto amó.
Sueña su Alma de Bohemio, al fin
las orquestas conquistaron barrios.
Bajo, piano, fuelles y violín…
sus palabras desde el escenario.
Con Canaro… para qué decir,
don Roberto nos dejó su encanto.
Del salón hasta el peringundín,
Firpo siempre nos dejó su tango.
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En Pampa y la vía
Sólo el eco de una fija
me despertó aquel domingo.
Solo el ruido del tranvía
acarició el Nacional.
El deporte de los reyes
pintó el desquite entre pingos,
y el miedo a la ventanilla
me lo jugué hasta el final.
Un hocico tristemente
me deshizo la jugada,
y yo que aposté la vida
no lo podía creer.
No me quedó ni un morlaco,
ni una moneda, ni nada;
ni siquiera las diez guitas
que hacen falta pa volver.
Najé entregado a la manga
por no sacar el pasaje
y así se me fue el tranvía
para poder regresar.
me quedé en Pampa y la vía
y pa poder darme el raje,
yo no tuve otro remedio
que ponerme a caminar.
Con la fusta bajo el brazo
se hizo dueño de la pista
y en medio de los aplausos
se transformó en vencedor
un matungo medio flaco,
vamos a ser realistas,
que no podía ganarle
ni a mi pingo ni al peor.
Me patiné todo el vento
en la fija que me dieron,
me mandó contra las cuerdas
en el disco del final.
Y me comí los boletos
que jugué en esa carrera,
y ni el pasaje de vuelta
yo le compré al mayoral.
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Ensombreciendo
Amanece así, en tu vida,
cada vez, y anocheciendo.
Vi tu fe estremecida
por las muecas del dolor.
No me engañes con tu encanto,
hoy me vi casi muriendo
al saber que solo un rato
fuiste dándome tu amor.
Fatal llegó tu voz
y vi tu boca ensombreciendo.
y allí mi corazón
pinto con llantos mil recuerdos.
Silencio sepulcral
que enmudeció en los desencuentros
y así ya muerto estoy
por el aliento de tu adiós.
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Gato maula
Siempre estás dispuesto a todo
al tratarse de una mina,
nunca perdiste la esquina
si saliste a compadrear.
No te gusta trabajar,
ni levantarte temprano,
en la baraja sos mano,
si se trata de timbear.
Gato maula…
sos ese gato malevo
que viene arrastrando el cuero
cuando sale a trasnochar.
Gato maula…
no hay pebeta que resista
arrimarse hasta la pista
del amor, y no llorar.
Y metido en ese lodo
donde amasaste mentiras,
nunca saliste sin mancha
como el potrillo mejor.
Y no fuiste espectador
sino artista de tu vida,
y sos, con la sangre fría,
un obrero del amor.
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​
Florecimientos
Ya no me chamuyés,
que llueve tanto.
Un húmedo rincón
brilla en tus años.
Mis lágrimas, no ves,
se alumbran en los charcos
de mi vida; y mi dolor
se enturbia con tu voz.
Y casi sin razón
puse una flor
en la tumba de mis tardes.
Y allí dejé enterrada mi ilusión
hasta que cambies todo, todo tu pasado
por mi amor.
No paro de morir
en cada intento.
que vive en mi dolor,
un llanto preso.
No puedo ya decir
llorando. Y en mi pecho
un latido que por vos
paró mi corazón.
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Los amigos son así
Hablar de los amigos
es cosa delicada.
Yo no voy a negarlo,
son una y otra vez
los que hacen el aguante,
y sólo por ser pingos,
no arrugan en la recta,
no son, sino por ser.
Los códigos secretos
que nunca se comentan,
y que no son violados
por justa lealtad.
Un vuelo de miradas
al cielo solo cuenta,
pa sellar un silencio
de tumba sepulcral.
No hay dueño de la mesa,
no hay puntos y no hay bancas,
tampoco se reficha
porque esa es condición
para que todos gocen
la juerga y las andanzas,
piropeando a la luna
por sola pretensión..
El manto de la noche
tiene color a suerte
y al que pierde las fichas
le tocará pagar.
Y en el trance impiadoso
de un vale cuatro a muerte,
el choque de las copas
evocan la amistad.
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Insinuación
Tango
Letra: Mariano Canegallo
Música: Mariano Lucesoli
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Sueño dormitando en tus mañanas;
mudos fueron ecos de mi voz,
y una insinuación en tu ventana
dibujando un beso en el reloj.
Duerme el palpitar, todo este tiempo
mi ansiedad que escondo en tu rubor.
Y en el empedrado un desencuentro
refleja en tus ojos... mi canción.
Y casi como ensueños
ilusos van tus ojos almendrados.
Su brillo, como el sol dejó grabado
en la luna que he guardado
dentro de mi corazón.
Suave al caminar todo ese tango,
sobre las baldosas tu color,
solo imaginarte en el abrazo,
tus labios de humo y mi pasión.
Llanto del poeta en este trazo,
bebe en dos por cuatro el corazón,
y en un solo verso aquel pedazo
de un beso robado... mi ilusión.
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Noctámbula
Me aturde el corazón
entre la niebla gris de la ciudad.
Sus gritos de silencio y de dolor
pasean junto al ruido de la soledad.
Y en su paso ruin
llega al confín del alma,
y en el terco atardecer,
cada día, de otro más,
hoy te pido Buenos Aires
sólo un tango... nada más.
Noche con las estrellas robadas
por la arena de la luna
en el cristal del mañana.
Noche tan porteña y tan mareada,
de tus horas no hay ninguna
que te bese, y nunca más.
Me subo a tu color
pintando luces en la oscuridad.
Destellos del sonido del amor
se caen de las ventanas de tu corta edad.
Con tu canto ruin
conquistarás mi alma.
Y en el terco atardecer,
cada día, de otro más,
hoy te pido Buenos Aires
sólo un tango... nada más.
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Ensoñación
Casi desde el cielo de tu verde ensueño,
casi desde el beso que dejó el andén,
la 9 de Julio dejó en el recuerdo
un paseo sordo y casi sin querer.
Las baldosas rojas fueron tu recreo,
y en un banco de esos floreció tu amor.
Casi entre las sombras, y sólo, el placero
corrió en su reflejo la magnolia en flor.
Viejo pago...
Viejo pago de los Lobos.
Verdes vientos...
Casi como el verde ensueño.
Sí, te quiero,
aunque a veces tus inviernos
me quemen en el averno
de tu pasado y de hoy.
En el humo amargo que pita el burrero,
clavado en la fija que mandó a jugar,
se lustra los tarros en la pantorrilla
al cruzar la puerta de su club Social.
Pintó la camisa en rojo y en negro,
la que aun perdura, Athletic... tu son,
y en el barrio bajo don José Salgado
puso el verde y blanco a su corazón.
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Mistongo bandoneón
Tango
Letra: Mariano Canegallo
Música: Mariano CanegPazo
​
Mareadas tus rodillas
por su eterna desazón,
tus ojos,
en su tango triste.
Abrigan sus cosquillas
la inocencia de un cantor,
de nácar,
farabute del amor.
Fuelle... que viniste de tan lejos.
Fuelle... que te hiciste tan, tan nuestro.
Fuelle... santo, endiablado y siniestro,
vos que haces dormir al cielo
abrazado del infierno.
Fuelle... vos... mistongo bandoneón.
Esperan en sus brazos
las arrugas y el temor,
los años,
su melancolía,
que invocan en los pasos
su cadencia en la razón,
llorando arrabalera su pasión.
Fuelle... que viniste de tan lejos.
Fuelle... que te hiciste tan, tan nuestro.
Fuelle... santo, endiablado y siniestro,
vos que hacés dormir al cielo
abrazado del infierno.
Fuelle... vos... mistongo bandoneón.
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Naipes
Tango
Letra: Mariano Canegallo
Música: Christian Citterio
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El aroma de los naipes
cuando besan el tapete,
van trazando la figura
como se gira al bailar.
Y entre todas las palabras
que van pavoneando al cuete
se demuestra la cintura
en el paño hexagonal.
Mientras el humo canalla
obliga a mojar los labios,
y así disfrazar el gesto
que se enrosca en la señal,
el licor entra en la vida
dulce, malevo, cruel, sabio,
y va empujando, modesto,
a una jugada inmortal.
Naipes…
Yo anduve siempre entre naipes.
Cuando salí de la caja,
mi piel, cartón de baraja
se juega entero… por vos.
Naipes…
La vida en un solo instante.
Yo dejo todo en el mazo,
hasta el último pedazo
de éste... mi as de corazón.
Reunión inagotable
de recursos atrevidos.
La muchachada se trenza
en un duelo de emoción,
y hasta a veces un bufoso
manda la paz al olvido,
si la confianza se quiebra
o si pinta discusión.
¡Siempre macho el escolaso!
de recuerdos y avería,
a la sombra de faroles
y al frente del mostrador.
La cosa es a todo o nada
o a demostrar bien la hombría,
disparando el siete soles
o rogando en la oración.
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​
Árbol Viejo
Quietos del invierno
y de su voz,
frágil, ceniciento y solo.
Quieto y aburrido
de esperar
que vuelva a dar,
que surja el alma
al fin...
Puedo recordar
en su corazón
no hubo más que hojas
de pasión.
Pasaron muchos tangos
a la sombra de sus ramas,
y hasta a veces daban cana
a quien solía trabajar.
En las noches más oscuras,
como una tumba encerraba
los secretos de la calle
y el aire del arrabal.
Quieta su madera
hoy se llevó,
casi sin razón la sabia.
Quieta vida muerta
en la postal
que al observar,
sólo hay recuerdos
rantes
del amanecer
curda por el sol,
y de su canyengue
condición.
Pasaron muchos tangos
en su historia de campana.
Entre puchos, la alambrada,
daba sones pa bailar.
Y en las noches más oscuras,
como una tumba encerraba
los secretos de la calle
y el aire del arrabal.
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Sin barrio
Hoy me vio el amanecer
casi durmiendo,
tras el ojo del buzón
de aquel zaguán.
Tantos hoy desperté ayer,
siempre muriendo,
escuchando a Buenos Aires
en su compás.
Hoy me dio carné de punto
la vida misma,
y aprendí solo a manguear
y a ser llorón.
Soy más muerto que un difunto
con poca guita,
que anda solo en el infierno
sin bandoneón
Hoy se fue.
Otro día che, sin barrio…
Hoy me vi,
con el alma allá en un caño.
Hoy me vio el amanecer
en Buenos Aires,
y después de tantos años,
con la esperanza en mis labios
y el dos por cuatro en mi voz.
Tanta vida me gasto
aquel bailongo.
De escaparle a la canasta
o a mi dolor.
De seguir tan preso, solo
estando libre,
sin tener barrio, ni casa,
y ni un amor.
Hoy me vio el amanecer
en mi croqueta.
De lunfa alcé mi mano
y tapé el sol,
de grupo imaginé tu voz
y tus abrazos,
tu tango, Buenos Aires,
y tu farol.
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Busco
Busco amanecer
en el verdor de tu mirada
y asomarme como el sol
tocando el cielo de tu alma.
Busco entre mis hojas
el calor de tus mañanas,
busco en tu cintura,
que a mi mano ayer besó.
Así te busco
cada día de mi vida.
Así te encuentro,
en el perfil, con mis caricias.
Así te encuentro...
así te encuentro a vos.
Busco atardecer
en la razón de tu esperanza
y apresarte en el dolor
que manifiestan tus plegarias.
Busco el corazón
crepuscular en mi ventana,
busco en cada gota
de rocío tu rubor.
Estribillo
Busco anochecer
en el regazo de tu calma
y dormir en el clamor
de las alegres carcajadas.
Busco cada noche
ver tu piel así estrellada,
busco entre tus labios
las palabras del amor.
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​
​
Comentarios
Tango
Letra: Mariano Canegallo
Música: Christian Citterio
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Me despegué del estaño
cuando cumplí treinta y pico,
abandoné la botella
ya no tomo nunca más.
Los muchachos de mi barrio
dijeron que es culpa de ella,
que ya no me ven como antes,
que no voy ni a milonguear.
El piso de la milonga
ya no me gasta la suela,
que no es pituco lo mío,
es lo que pude escuchar,
que pretendo abacanarme
por agarrar una fija
que tiene nombre de mina
y que siempre voy a amar.
Señor...
¡y dígame Señor!
He cambiado las polainas
por el más fino charol.
Ya no ruedo por la lleca
ni debajo del farol,
y hasta abandoné el tapete
y el salón.
Ya no concurro a Palermo
le esquivo a la ventanilla.
Junté unos cuantos morlacos
¡Ya basta de escolasear!
Aunque la pista me pida
dejar mi vida en el disco,
yo me quedo en la gatera
ahí guardado y sin largar.
Ya pasaron unos meses,
no frecuento la cortada
ni veo mas puñaladas
o a los compadres pelear.
Ya no estoy mediando en grescas
con mi faca y mi presencia.
Fue todo por culpa de ella...
Es lo que pude escuchar.
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Callecitas de San Telmo
No habrá nadie allí.
Ya no habrá un cantor de tango
y tampoco una copera
que me traiga anís.
Y en el vacío tornasol
que apaga el sol
y con su luz,
tenue farol
le habla de amor
al Buenos Aires gris.
No habrá nadie ya
cuando regrese...
Callecitas de San Telmo,
flor porteña de un “a veces”.
No habrá nadie mas
que vos y yo abrazados
por bailar, apasionados,
este tango de los dos.
No habrá nadie allí,
ya no habrá ni una moneda
que se juegue a cara o seca
a escuchar tu sí.
Y en ese cruce compadrón
se enciende el sol,
y con su luz
le habla de amor
a vos... y a mí.
No habrá nadie ya
si tu regresas
a pisar las callecitas
que en San Telmo siempre esperan.
No habrá nadie mas
que vos y yo abrazados
por bailar, apasionados,
este tango de los dos.
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