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MARIANO CANEGALLO
Poesías
De rosa, rosa
De rosa, rosa, tu cuna.
De rosa, tus rosas blancas,
vistió de rosada luna
mis lunas... mis madrugadas.
Tu rosada piel arrulla
su vientre de piel rosada,
como un pétalo que acuna
toda su alma acurrucada.
De rosa pintaste el cielo,
en la inmensidad rosada,
con titilantes destellos
de brillazón estrellada.
Habita, eterna, en mis sueños.
Toda niña, toda amada...
Y en el sol rosado, un beso,
tu aroma de rosas blancas.
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Vacío
Me acompañan dos silencios
entre las sombras del patio,
y un ladrido, en mi recuerdo,
que va llenando los ratos.
Me acompañan diez relojes
que en una caja yo guardo,
y que oculto los momentos
de mi vida, en cada paso.
Los colores del otoño
te pintaron a mi lado,
con “A”, de dulce amarillo,
con “N” de naranjado.
Y con “T”, pocas trazadas,
de sus maderos torneados,
te poblaron las ausencias,
los pajares y los nardos.
Me acompañan dos silencios,
que junto a mí están sentados.
Y en el ladrido, un vacío,
que va llenando los ratos.
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Donde albergar los sueños
Yo te invito a mi hogar,
te invito a casa.
Donde moran mis ángeles,
donde cuido a ese perro
que no es mío,
(que no tiene dueño),
donde duermen mis sueños.
Mis mañanas despiertan, siempre nuevas
entre ladrillos viejos.
Y te invito a esta casa
que es mi hogar,
donde lavo mi ropa
donde plancho recuerdos,
y la sombra del patio
pinta un paraíso añejo.
Es ahí donde he llorado mis dolores... mis duelos.
Es allí donde río... donde vivo...
entre encendidos leños.
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Las vueltas de la vida
Las vueltas de la vida
no tienen vuelta.
Su vuelco, sólo rota
en la existencia
de vivir, aunque ellas
giren sin parar, así,
como sin salida.
Así son... como los
caramelos multicolores
endulzan de rojos,
de ámbar y naranjas los
blancos rincones de los días.
Las vueltas, son apenas
unas pocas líneas rectas
que se curvan
para abrazar el arco
inexorable de la vida.
Son apenas las
tiernas miradas tuyas,
en un tiempo borracho
y azorado de sonrisas.
Es este verso que estás leyendo,
que no tiene vueltas...
como la vida.
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El segador
Él se levantó temprano.
Él se ha levantado al alba.
Y bajo el sol, todo el campo
lo esperó en la madrugada.
Él fue, hincándose a Dios,
segando, como si hallara,
en la mayor pequeñez
la altura mas encumbrada.
Y fue, cortando la mies…
Él fue quien armo las parvas.
Sus manos fueron la brisa
que la historia refrescara.
Él supo blandir la hoz
en el silencio. Y su alma,
siempre vio la hierba buena
dormida en la hierba mala.
Fue aroma a pan, en la mesa,
aroma en doce tajadas.
Aroma de once semillas
Que apartó de la cizaña.
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Cuatro letras
Algún día escribiré una palabra
que fecunde tu vientre.
Algún día, podré verte llena de letras
y de oraciones con verbo y también
con sujeto y predicado.
Sólo algún día...
Ese día en que los dos puntos
no definan situaciones,
cuando el acento no acentúe
y la palabra escrita solo tenga cuatro letras.
Algún día, escribiré una palabra
que te arranque risas y te ahogue en lágrimas.
Que te robe el corazón cada mañana
y que manche de tinta el mantel
en cada cena. Y que te haga despertar
en cada madrugada.
Sólo algún día... sin respetar renglones,
voy a escribirte una palabra.
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Un poco de su olvido
Apenas en su piel,
la desnudez se expuso suavemente
al desconsuelo.
Y acarició la espera
con la palma tersa de su soledad,
hasta que el sol
le diera un poco de su olvido
al brillo de la estrella que
dejó en su azulado cielo.
Apenas se hincó sobre
sus pies desnudos
a tratar de recordar
el camino transitado e
invariable de los besos.
Pero sólo encontró su soledad
que se aturdió en los gritos
más feroces y tremendos
del silencio.
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Los instantes quietos de mi infancia
La mirada lenta
de mis ojos
quedo pausada,
como girando
en los instantes quietos
de mi infancia.
Y en el viso rojo
que manchó mis ganas,
giro y giro,
envolviendo vueltas,
de gracia resuelta
con resuelta gracia.
Allí, mientras el hilo
desenrolla el tiempo
de los días,
en el férvido tirón
de la mañana,
danza, danzando
en su pie
otro anochecer
que al caer la tarde,
baile, tambaleante
reflejo, tan suave,
equilibra el tiempo
de suaves reflejos
en la madrugada.
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En el alumbre del alba
En sus rayas amarillas
se pintaron esperanzas
y dormitaron sonrisas
en sus renegridas franjas.
Y despertaron premisas
en el alumbre del alba.
Y revoloteo la vida,
si, revoloteo con ganas.
Momentáneas las celdillas
donde afanosas trabajan,
dulces instantes fabrican
de miel y mieles, sus casas...
Todas son una y ninguna.
Todas son panal, son casta.
Son todo flor son ayuda
y polen de sus mañanas.
Allí, en el cielo, sin prisa,
su vuelo de oro, doraran,
con coloreados zumbidos
vocalizando en sus alas.
Y en un árbol, cuando anidan
enjambrándose en sus ramas,
tiñen rayas amarillas
en sus renegridas franjas.
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Sangrando recuerdos
Le va doliendo la paz
a la inmensidad del cielo
y se hiende en nubarrones
que van sangrando recuerdos.
No hubo en su historia más
que lanza, caterva y fuego
y la doliente verdad
que fue abrazando destierros.
Y sobrevino, voraz,
el grito eterno del pueblo,
beligerante y rapaz,
de tantas muertes, sediento.
Aun se puede escuchar
en la quietud del desierto,
el resonado tronar
del galope de sus pencos.
Y en la embestida mortal
de tacuaras, sangre y miedo,
cayó una lanza, sin paz,
que va sangrando recuerdos.
Volver
Cosas que a veces pienso
Me acecha el paso del tiempo…
Eso he pensado a veces.
He sentido que la vida,
desde que se mezcla
con el tiempo,
se ha convertido
en un cúmulo de
insignificantes días
que van hundiéndose, en
mi piel, como surcos
vencidos en
la áspera rugosidad
de mi antiguo rostro viejo.
También pude avistar
aquella mancha
que llenó de tinta
todos estos años
que llevo encima…
y que entregan un pellizco
de mi madurez
al otro lado del espejo.
Me acechan las horas perdidas,
cuando me veo allí,
corriendo sin sentido,
como un niño de
pantalones cortos,
a pesar de las sonrisas
que enfriaban los inviernos.
Y las gotas de lluvia
suspendidas en el vidrio,
y las ventanas mojadas…
y las zanjas con pastos secos.
Me acechan los colores que
hoy matizan todo de color
y, que ayer, sólo eran
tonos de blanco, embriagados
con hilos de un profundo
tinte negro.
Me acechan tantas cosas de la vida...
Son cosas que a veces pienso.
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Pero sabía
Tal vez no quise saber,
pero sabía.
Tal vez no quise pensar
que yo podía conocer
y someterme
justamente a su noticia.
Tal vez no quise saber
pero, así, tal vez,
como sabía,
conseguí desconocer
lo que, a todos,
pudo ser
sólo cosa conocida.
Tal vez, y sólo tal vez,
como sabía,
el destierro fue la pena
por haber creído ser
quien no era, ni debía.
Y como, tal vez,
y sólo por saber
que mi soberbia se abrazara
a la tuya, en la codicia,
se quedara en aquel fruto
el dolor que de mi boca
fuera sólo la causa de su herida.
Así pues, esa inmortal condena
que me llevó a vivir por siempre
mi arrogante altanería,
fue tan infinita e interfecta
como la muerte misma
porque, tal vez,
no quise saber...
Pero sabía.
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La sombra
El sol encendió
de auroras
todas las baldosas
que adornan mi casa.
Y allí,
tantas pinceladas
de su claro albor
entraron, sedientas,
bajo la rendija
que dejó la puerta
para que ella entrara.
Y clareó, tan blanca,
sobre el mediodía
para amanecer entre
las tinieblas le dio mi alma.
Así… siempre, el sol,
pintó en mis zapatos,
la espantosa sombra
que a mis pies, dolientes,
siempre acompañara.
Y traté de huir…
Y no supe cómo.
E intenté viajar,
muy lejos de mí
para allí dejarla.
Pero ella siguió
a mi lado, aquí,
junto a mis zapatos,
eterna y al tiempo
de mis caminatas.
A lejanas tierras
yo quisiera ir
a tratar de ver
si no sale el sol
que encienda el pincel
con su claro albor,
para así olvidarla.
Aunque... ya lo sé,
ella estará allí,
muy junto a mis pies
para recordarla.
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Sangrando recuerdos
Le va doliendo la paz
a la inmensidad del cielo
y se hiende en nubarrones
que van sangrando recuerdos.
No hubo en su historia más
que lanza, caterva y fuego
y la doliente verdad
que fue abrazando destierros.
Y sobrevino, voraz,
el grito eterno del pueblo,
beligerante y rapaz,
de tantas muertes, sediento.
Aun se puede escuchar
en la quietud del desierto,
el resonado tronar
del galope de sus pencos.
Y en la embestida mortal
de tacuaras, sangre y miedo,
cayó una lanza, sin paz,
que va sangrando recuerdos.
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Eso dicen
Dicen que el tiempo
corre... o a veces vuela,
o también que escribe
detrás de ese tic tac
tan serenamente
su descansada espera.
Dicen que encerradas
en cada plenilunio,
las brujas, cada una
con su escoba,
suspendidas en el tiempo
merodean.
Así dicen...
Como caen al lienzo
los amantes
dentro de aquel vertiginoso
reloj de arena.
Dicen que el tiempo
convierte a la semilla en flor,
a la oruga en mariposa
y hasta a veces
la alegría se recuesta
en los brazos dormidos
de la pena.
Ese tiempo que nos ve
crecer, en cada marcha,
hasta que un día como hoy
podemos ver como han pasado
tantas décadas.
Dicen que el tiempo
es como un mago
que nos carga de sonrisas
la ilusión de los deseos
cuando baila entre
sus dedos alguna
fugaz y solitaria estrella.
Eso dicen del tiempo.
¡Ah! me olvidaba
que esta tarde
muy probablemente llueva.
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El laberinto
Me van llagando la piel
las hondas tempestades
de mis palabras.
E irrumpe en ella,
cual Minotauro,
la estridente y
brutal mudez
de un nuevo rencor
que bebe la furia
de mis infiernos
y malandanzas.
Y fui, rogándole paz,
a la oscura lobreguez
que ensombreciera
todos mis días
y algunas lunas,
como una estrella que
sueña, ebria,
ser en la noche
aquel cocuyo de luz serena
que titilara.
Y ella me dio, de su sinrazón,
el laberinto de su conciencia
que, sin prudencia,
me regalara para esconder
este gris afán de conspiración
y brutal venganza.
Y en el cruel encierro,
donde no hay pretextos,
nunca sucumbí
a su antipatía,
ni a mi represalia.
Y en todos los tiempos,
sólo un tiempo azul,
entre los pasillos,
fuera recorriendo
desde lo profundo
de los pasadizos,
de este laberinto,
donde aquel rencor
que fue preso allí
no halle la salida
ni vea la puerta
donde un día entrara.
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Donde albergar los sueños
Yo te invito a mi hogar,
te invito a casa.
Donde moran mis ángeles,
donde cuido a ese perro
que no es mío,
(que no tiene dueño),
donde duermen mis sueños.
Mis mañanas despiertan, siempre nuevas
entre ladrillos viejos.
Y te invito a esta casa
que es mi hogar,
donde lavo mi ropa
donde plancho recuerdos,
y la sombra del patio
pinta un paraíso añejo.
Es ahí donde he llorado mis dolores... mis duelos.
Es allí donde rio... donde vivo...
entre encendidos leños.
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Una misma veta ©
Somos diferentes ramas
de una misma veta.
La misma raíz…
El mismo aroma
dará nuestra flor
cuando se abra al sol
en la primavera.
Y en tus propios brazos,
y en mi propia fuerza,
anida la sabia
misma de la tierra.
Al verte crecer
yo te vi luchar
y me vi llorar
al amanecer,
por verte correr
por verte soñar y,
porque crecieras.
Y aunque
un viento atroz
nos haga torcer
no podrá quebrar
nuestro corazón
auque aquel dolor
quiera doblegar
a la desnudez
que da la razón,
por pertenecer
al mismo filón
que, del mismo amor,
nos dio la madera.
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Insomne
Aquí estoy… Insomne… y
navegando como dormido
entre mis cortas utopías.
Cayéndome en el abismo
de las sabanas, tuyas,
que creí despiertas
pero pude ver
ciertamente adormecidas.
Estoy como colgado
del medio de un renglón,
haciendo equilibrio
en la página
siguiente del libro
que estoy leyendo
mientras espero la hora
de soñar con algún angelito
que me llene la noche
de pequeños y
luminosos días.
Aquí estoy... insomne de amor
y entumecido de sonrisas.
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La mirada de la vieja
La mirada de la vieja
tiene todos los colores.
Tiene azul, y en la orejas,
siempre tiene comprensión.
Tiene rojo entre las cejas
cuando abrazo confusiones
y, cuando lloro de pena,
en su mirada, verdor.
Un amarillo soleado
en sus manos, la tibieza.
Y en su suelta cabellera
el brío de su pasión.
En blancos años que fueran
mi rosada piel de niño
yo recuerdo su cariño
al resueno de su voz
Y en su cielo anaranjado,
donde sus ojos florecen,
el sol ardiente se duerme,
rememorando su amor.
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Donde mueren las palabras
(La ley del más fuerte)
Cae la espada, violenta...
injusta y ensangrentada,
desplomando la justicia
en un abismo de razas.
En la letra de las leyes
impune muere quien mata.
Y en su nervio, sólo habita,
la intención de su pujanza.
Es, el que ejerce poder
quien, inclinando la báscula,
procura el derecho propio
de imponer lo que ordenara.
Y quien inculpa su culpa
silenciosa y arbitraria,
profesa un poder arcano
donde mueren las palabras.
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Después de la lluvia
Una brisa reverdece,
de pastizal refrescada.
Y da un brillo de inconciencias
la luz de la resolana.
En ocres amanecidos
de silencios y de pampas,
van olvidando tormentas
en bruñidas alambradas.
Allí, bajo el montecito,
ella, como estrella blanca,
se esboza dentro del rancho
mi rancho viejo… mi casa.
El cielo añil ya despierta,
deja brisas refrescadas
y brilla con su inconciencia,
la luz de la resolana.
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Los rocines del tiempo
No ha llegado
el tiempo de partir.
No ha llegado todavía…
Hay muchas horas en la noche
y demasiadas noches
que enfrentar al
remanso claro de los días.
El tiempo empuja
los minutos para poder vivir
y en su apuro
es tirado por la furia
atrevida del espíritu,
como si fuera
arrastrado por corceles,
ávidos de tiempo,
recorriendo el camino
implacable de la vida.
No ha llegado
el tiempo de partir.
Puedo advertirlo
mientras llevo las riendas
en mis manos
y siento sobre mi insolente
rostro una fresca y
apresurada brisa.
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Danzante
Fui ensayando cada
paso de mi vida,
cada intensa situación.
Mis movimientos.
Así nacieron todos
mis instantes,
arrogándose vivir el
mismo tiempo que,
tu mismo propio tiempo,
en sus pasos de silencio,
tan presentes, al otro lado
del espejo.
Fui probando,
como siempre
y en cada uno de
mis días, de esta danza
enunciativa el decir
del pensamiento.
Y en la punta de tus pies,
un saleroso ajetreo,
agració de dulces besos
mis deseos
que mezclaron libremente,
entre mis besos,
la danzante
expresión que dan
los cuentos cuando
entregan, sin ensayo,
su emoción.
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El ángel herido
Vi un ángel sobre la acera,
un ángel con alas blancas.
Él custodió valeroso
a mi mocedad pasada.
Pude ver su joven rostro
entre sus manos cansadas,
llagado por mis angustias
y arrebujado de lágrimas.
Recuerdo, con su aleteo
rara vez el me rozaba,
y aun con veloces giros
yo nunca pude ver nada.
Siempre me hablaron de él
y su eterna salvaguardia.
Y pensar que no creía…
¡Qué tremenda mi ignorancia!
Ahora, por verlo así,
herido, por mis desgracias,
intentaré que despierte,
sonriéndole de mañana.
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Inmigrantes
Las miradas noctámbulas se mecen
en la azul melancolía de aquel puerto.
Las miradas de los hombres, que despiertos,
encarnaron el quejido de ese fuelle
y las manos al trabajo
sólo a veces... En las changas
y en galpones que aun cerrados
permanecen siempre abiertos
al pasado.
Y ni el mango del jornal
ha reflejado lo que aún su tierra
siquiera se parece.
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Entre los pastos
Vuela un soplo entre sus crines
de instinto desenfrenado
y un volcán en sus relinchos,
escarcea entre los pastos.
Natural del viento sur,
con bríos de dios pagano,
besa el cielo, su carrera,
en los aires de sus pasos.
Honró con su alma el acero,
del guerrero apasionado.
Y su sangre fue semilla
de casta entre los hidalgos.
En su estampa, aquella fuerza,
que inmortaliza los años,
deja su escudo en mi sombra,
y su pujanza en mis brazos.
Rocín, Rocín… Rocinante,
con su vendaval de saltos,
escarcea con la brisa
entre cenicientos pastos.
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La fiesta del sol
Suspiros del agua fresca.
Llovizna de los veranos,
resplandecieron, cerúleos,
sus ojos entre los campos.
Sollozos desde los mares,
de caracoles rosados,
y un cóndor en su sonrisa,
rosada, desde lo alto.
Solsticio del mes de junio.
Invierno de albor lejano,
en Machu Picchu, enaltecen
al cielo todos sus brazos.
¡Oh! Fiesta del Sol… del Inca…
Llama del fuego sagrado,
que enrojecen de silencios,
los cóndores en lo alto.
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Encrucijada
La luna pinta un viñedo,
de luna se pinta un lazo,
con zarcillos que se enredan
entre las uvas de marzo.
Así tira, entre las cruces,
que el tiempo deja en su paso,
el encierro de los toros,
en sueños azul violáceos.
Tiran, tirando las horas,
que agobian los calendarios,
y que menguan con la luna
presumida entre mis pasos.
Ah! Vida Mía… ¿Por donde
mi camino sigo andando?
¿en mi capote… torero?
¿O en sus púrpuras retazos?
O tal vez, por otros rumbos,
con viñedos de otros prados,
enlazados por un nudo
que va ciñendo mis años.
¡Cómo quisiera que fuesen
sólo sábanas los trapos!
Enredados por zarcillos,
entre las uvas de marzo.
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Una rosa escarnecida
Sus brazos caen en la noche,
así, como rosas blancas.
De su piel enfurecida,
baja con ira su lanza.
Muere, soberbia, ya mismo,
vete de aquí, de esta casa,
y corre las manecillas
para morir con el alba.
Con quietud desesperante
y de una sola estocada,
de sangre se tiñe el suelo
y de verde, mi esperanza.
Allí, en su pañuelo rojo
que mi corazón bordara,
como rosa escarnecida
florecen dos rosas blancas.
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Pintas Amarillas
Comenzó el otoño.
Comenzó con pintas sobre el verde,
con pintas amarillas.
Lentamente alcanzarán, como retoños,
los tonos rojos, ocres y dorados de siempre.
Lentamente...
Con la raíz cargada de su savia
puede llegar tan,
pero tan profundamente...
A esa paz interior tal vez, tan quieta
que desnuda su alma de cortezas
y regala colchones de hojarasca
entre húmedos rincones de violetas.
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Copla Andaluza
(Cante Jondo)
Con quejíos de alborada,
la luz de la noche canta.
y los troveros de España,
en su cante, las tarantas,
sueñan penas de mañana.
De cal y amor, Pueblo Blanco,
de amor y cal, su Granada,
y de Almería un gitano,
en luces de noche claras
se desploma en su tablao.
Eh, tu!, bailaora mía,
di tu danza solitaria
y muestra tu Andalucía,
en tus tacos de nostalgia
con tu mantón de Manila.
De ojos negros, su mirada,
su mirada de ojos negros,
que toda mujer gitana
en trovos alpujarreños,
enlucen la madrugada.
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Encarnaciones
El verde brillo
de sus ojos se encarnó,
como un anzuelo,
en la honda lozanía
de la correntada.
Y allí,
sostuvo a sotavento
un rayo quebradizo de sol,
que bailó en el delgado
hilo de su caña.
En sus manos,
siempre amasó la brisa,
que a babor, le convidó
latidos de dulzor al agua.
Y en sus pies, una caricia
sola le regaló color
a cada madrugada.
Y casi al mismo tiempo,
un gesto liso en la botella,
le obligó, bajo la luna,
a echar por la borda el ancla.
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Mis cactus ©
Mis cactus
lucen matices de sosiegos
diferentes. Y esconden
tras su tela
inhumana de puntas
lisas, la tierna
carne de luna llena
en cada una de sus
pieles, que gimen
horas y ríen carcajadas.
Mis cactus
se llenan de esperanza
sólo con una gota
de la más exigua bruma
condensada,
que pudiera atrapar
de su aliento miel,
durmiendo sobre
cada espina como
si flotara.
Mis cactus me esperan
protegidos por lo
que no son, pero
que exponen como
fibrosa y desafiante coraza.
Mis cactus...
cada año, una
flor de pétalos
perfecta,
sólo por un día
me regalan.
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Cuatro letras
Algún día escribiré una palabra
que fecunde tu vientre.
Algún día podré verte llena de letras
y de oraciones con verbo y también
con sujeto y predicado.
Sólo algún día...
Ese día en que los dos puntos
no definan situaciones,
cuando el acento no acentúe
y la palabra escrita solo tenga cuatro letras.
Algún día escribiré una palabra
que te arranque risas y te ahogue en lágrimas.
Que te robe el corazón cada mañana.
y que manche de tinta el mantel
en cada cena. Y que te haga despertar
en cada madrugada.
Sólo algún día... sin respetar renglones,
voy a escribirte sin palabras.
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Fuga
Notas que se fugan
en nostálgicos y ansiosos contrapuntos.
Teclas que martillan los danzares
de mis dedos juntos,
y mezclado en mí,
tan solo unos compases
que navegan el sonido
de mis silencios más profundos.
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El que juega a las sonrisas
Es tu día, viejo.
El día que se evoca
que todos los días son tuyos.
Un día más... y más que un día,
un permanente renacer de ser papá.
Un papá que cambia los pañales,
que juega a las sonrisas.
El mismo que nunca te deja y siempre te mira.
El que está atento a tu llamado
y da por vos su vida...
Ese papá que te arropa y que te cuida,
el que se derrite simplemente
con una sola de tus caricias.
El que te ayuda con los deberes del colegio
y se llena de orgullo por tus notas obtenidas.
El que siempre infla tu bici,
y se conmueve hasta el llanto en tu alegría.
Hoy te regalo este beso,
para tu alma
y también para tus dos mejillas.
Es para vos papá,
hoy es tu día.
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Eso dicen
Dicen que el tiempo
corre... o a veces vuela,
o también que escribe
detrás de ese tic tac
tan serenamente
su descansada espera.
Dicen que encerradas
en cada plenilunio,
las brujas, cada una
con su escoba,
suspendidas en el tiempo
merodean.
Así dicen...
Como caen al lienzo
los amantes
dentro de aquel vertiginoso
reloj de arena.
Dicen que el tiempo
convierte a la semilla en flor,
a la oruga en mariposa
y hasta a veces
la alegría se recuesta
en los brazos dormidos
de la pena.
Ese tiempo que nos ve
crecer, en cada marcha,
hasta que un día como hoy
podemos ver como han pasado
tantas décadas.
Dicen que el tiempo
es como un mago
que nos carga de sonrisas
la ilusión de los deseos
cuando baila entre
sus dedos alguna
fugaz y solitaria estrella.
Eso dicen del tiempo.
¡Ah! me olvidaba
que esta tarde
muy probablemente llueva.
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Dos almas
Me quedé pensando en vos,
en tus mil cosas.
En la historia de este encuentro
y desencuentros...
En la Libra que nos manda
a equilibrar desequilibrios de la piel.
Me quedé pensando en vos,
y en la sonrisa dulce
que tu lágrima enmascara,
en tu simple y tan complejo afán
de amar y ser amada.
Me quedé pensando en vos,
y en cada vez que el destino
sutilmente nos cruzara,
nunca faltó aquel latido
de sonrojadas palabras.
O simplemente...
como dos almas que
en silencio se cruzaban.
Me quedé pensando en vos,
y en tanto tiempo
que mirarte me gustara,
y en ese azul deseo
que algún día me miraras.
Para poder entrar
por esos ojos mansos
y profundos de tu alma.
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